No hace falta ser economista o un avispado observador para darse cuenta de que las escrituras de venta han descendido en número en todo el país de hace años a la fecha. Los escribanos se dedican a menesteres menos atractivos y las inmobiliarias (las que subsisten) han reducido su personal y languidecen en una anomia casi cercana a la desazón. Los alquileres son materia de sustento del mercado inmobiliario y más de uno no recuerda la última fecha de un llamado esperanzador de un cliente que pregunta por alguna propiedad en venta. Sin embargo hay un mercado que ha mantenido su ritmo y que viene “salvándole las papas” a más de uno: es el mercado de los nuevos emprendimientos. Las obras “en pozo”, los desarrollos de countries y barrios privados de buena ubicación y sólido respaldo, han mantenido su nivel de interés y se mantienen más allá del mal momento del mercado. La zona de Pinamar no es extraña a este fenómeno. Los nuevos emprendimientos inmobiliarios han contado y cuentan con un marcado interés de los compradores dispuestos a invertir en un mercado donde las cuotas, en general, se pueden pagar en pesos y permiten una forma de financiación propia que el mercado bancario ha negado desde hace años, fundamentalmente debido a la inestabilidad inflacionaria de la economía que ha transformado en recuerdos del pasado los fenómenos naturales de financiación de cualquier otra economía estable de otras latitudes, con pautas más firmes y estables a través del tiempo. El complejo “La Mansa”, asentado en terreno madariaguense, pero en la vereda de enfrente de Pinamar (ruta 11 de por medio) es el desafío inmobiliario más potente de la zona. Sobre doscientas sesenta y siete hectáreas, enclavadas en el cruce de las rutas 11 y 74, sobre la rotonda de acceso a Pinamar, se ha desarrollado un proyecto único en la zona que, cumpliendo con todas las normativas ecológicas y urbanísticas vigentes, va a valorizar de una forma meteórica su propia superficie y contribuirá de una manera muy efectiva al crecimiento de la economía de General Juan Madariaga y Pinamar. El Master Plan, es decir el documento fundacional de la urbanización, prevee sobre esa superficie, setenta y nueve chacras de una hectárea cada una, un barrio privado de doscientos treinta lotes de entre 600 y 900 metros cuadrados, con club house. Además incorporará a la zona una laguna central de casi cincuenta hectáreas, rodeada por cuarenta y dos lotes para edificios de vivienda, dos centros comerciales, un hotel internacional con casino, cinco apparts hotel, un centro deportivo, asentamiento de una Universidad, cines, etc. Toda la urbanización contará con servicios de infraestructura (cloacas, electricidad, gas, agua corriente y telefonía) y habrá sucursales bancarias y dependencias municipales. Todo el predio contará con una planta de purificación de efluentes cloacales propia. El pago de un anticipo y luego dieciocho cuotas mensuales en pesos (con equivalencia dólar oficial Banco Nación) es la forma en que los desarrolladores han previsto la venta y financiación del proyecto. En la primera etapa, que está vigente, se comercializan las chacras, de las cuales ya se han colocado más del treinta por ciento a un valor de pre venta realmente atractivo, que asegura a los primeros compradores una segura valoración de su inversión. Sin lugar a dudas “La Mansa”, traerá a General Juan Madariaga y a Pinamar una nueva manera de encarar los negocios inmobiliarios en la zona con el aval de un proyecto revolucionario, innovador, de probada eficacia en otras latitudes. Se abre una nueva etapa para esta zona del Tuyú, digna de aquellos que ven en la incertidumbre actual del mercado, un nicho de inversión para los que miran el futuro más allá de la realidad cotidiana. Eduardo Rodriguez Paz Martillero Público