01/02/2018 - ASÍ NOS VEN…
La historia del robo de adolescentes VIP que sacudió a Pinamar

El viernes por la tarde, un grupo de cinco chicas, de entre 14 y 16 años, protagonizó un raid delictivo en al menos siete locales del centro de la ciudad balnearia. Las adolescentes, de un alto poder adquisitivo, fueron detenidas en el lugar, y se estima que se habían llevado un monto total de 50.000 pesos en artículos. Los detalles del “Bling Ring” argentino.


Pinamar (por Joaquín Cavanna, gentileza Infobae).- En julio de 2009, los jóvenes de 19 años Alexis Neiers, Nick Prugo y otros tres ex compañeros de escuela secundaria conmocionaron a la ciudad de Los Ángeles: revelaron que durante años ingresaron y robaron las casas de estrellas de Hollywood de la talla de Paris Hilton, Orlando Bloom o Lindsay Lohan. El caso tomó repercusión internacional y reflejó la historia de un grupo de chicos de clase alta que apelaron a los robos con la mera necesidad de llamar la atención, de transgredir, de rendirse a su rebeldía. El grupo de delincuentes precoces recibió el rótulo de “Bling Ring”, y a lo largo de la última semana encontró su versión argentina.
El último viernes, cerca de las 18.30, Caterina se preparaba para afrontar las últimas dos horas hasta el cierre del local de ropa Magma, ubicado en la galería Paseo Plaza, en pleno centro de Pinamar. En ese momento, ingresaron al local dos chicas adolescentes. Estaban bien vestidas, con ropa y calzado de marca, sus pelos teñidos a la moda. Una de ellas tenía puestas unas modernas gafas negras y ambas estaban con mochilas.
Sin entablar diálogo, las dos clientas empezaron a revisar las prendas de muestra, cuando en un instante abandonaron el lugar de imprevisto.
“No llegaron a llevarse nada de acá. Nuestro local fue el último lugar en donde estuvieron antes de que las atraparan”, relató Caterina.
“Justo cuando estaban dentro de nuestro local, se vio una discusión en la puerta, del lado de afuera. Eran tres de sus amigas, que había agarrado el empleado de la óptica de acá al lado. Les estaba diciendo que se habían robado anteojos de allí”, continuó.
Las tres chicas negaron las acusaciones y le ofrecieron al hombre revisar sus mochilas. Sin embargo, él sabía que no podía hacer tal cosa.
Las jóvenes salieron rápido de la galería y apuraron el paso por la calle Libertador. Justo cuando parecían perderse hacia una de las calles internas del centro de la ciudad, apareció en la calle la empleada de otra tienda de ropa, especializada en indumentaria batik. La empleada irrumpió al grito de “me robaron, esas chicas me robaron”. Las adolescentes empezaron a correr. Dos de ellas lograron escaparse y la policía presente logró detener a tres.
La travesura delictiva de las cinco chicas había terminado. En un principio, durante el primer contacto con la policía, las chicas parecían reír. Se regocijaban con comentarios sobre la audacia de haber cometido los “pequeños” delitos en las numerosas tiendas de las dos cuadras. Incluso había algo de morbo en el hecho de ser detenidas.
“Al principio se reían. Era como si no les importara que las haya detenido la policía. Estaban metidas en su mundo, hablaban entre ellas”, afirmó Mariano Ludueña, el empleado de un kiosco de la zona.
Son cinco amigas que pasaban las vacaciones en Pinamar. Algunas de ellas estaban con sus propios padres, otras se quedaban de invitadas en unas casas. Todas tienen entre 14 y 16 años. Dos de ellas son hermanas. Por razones legales, se las identifica con sus iniciales: son M. B; las hermanas C. L. y N. L.; M. F. y M. M.
Después de pasar sus días entre la playa y las stories de las redes (algunas de ellas poseen decenas de miles de seguidores), las jóvenes decidieron llevar a cabo ese viernes una aventura tan arriesgada como polémica: robar por diversión.
De esta manera, sustrajeron durante más de una hora artículos de al menos siete locales ubicados en las inmediaciones de la Galería Plaza.
En un principio, la policía local logró detener a tres de las adolescentes. Mientras que se esperaba la llegada al lugar de un juez de menores, la escena cobró interés público. Así, el arribo de los empleados de las tiendas damnificadas de la zona no tardó demasiado en llevarse a cabo.
Entre el material robado había ropa, mallas, fundas de celulares y hasta cigarrillos.
Una de las tiendas atacadas por las adolescentes fue Muaa, de ropa femenina. Su accionar allí fue tan eficaz que lograron sustraer prendas sin que nadie lo notara. “Ninguna de nosotras las vio. No nos dimos cuenta de que nos habían robado. Recién nos enteramos después de que ocurrió todo, cuando una chica de un local de enfrente se acercó y nos mostró una foto de una remera nuestra”, describió Camila, una de sus empleadas.
Y continuó: “Estuvieron algunas de ellas acá, pero ni nos dimos cuenta de cómo lo hicieron. Yo no sé, pero creo que ya lo habrán hecho antes. Si no es imposible que se llevaran tantas cosas. Hubo una tienda de batik, ahí cerca de Pancho Pueblo, que fue de la que más se llevaron ropa. Incluso, parece que una chica entró con ropa suya y se fue con ropa del local puesta. No me acuerdo el nombre de ese local. Cuando estamos en horas de trabajo no nos dejan salir de la tienda. Si no, me pego una escapada para decirte el nombre de ese local”.
Habían pasado ya unos 10 minutos desde que la policía las había atrapado a las tres amigas en la puerta del local de Tucci. Alrededor ya se había formado prácticamente un circo. Las tres ya no sonreían, ya no hablaban entre sí, y en la mirada ahora se reflejaba preocupación. A sus pies, dos mochilas abiertas en el suelo y decenas de prendas desparramadas por el suelo.
A los pocos instantes apareció una cuarta integrante del clan; cargaba una mochila violeta con mucho peso. Abrumada por la vergüenza, abrió el bolso y empezó a sacar ropa y ropa de esa mochila. Caían remeras con las etiquetas todavía colgadas, bikinis, pantalones, polleras largas.
Mientras tanto, el espectáculo generaba regocijo en los empleados de comercios de la zona, que las miraban, las filmaban con sus teléfonos celulares. Se respiraba un aire de venganza. “¿No te da vergüenza?”, le preguntó una empleada a una de las jóvenes ladronas, mientras seguía sacando la ropa sustraída de su mochila. “¿Sabés lo que se matan estas chicas para ganarse el mango?”. “No tienen necesidad”, exclamaba otra mujer testigo.
Las caras de las adolescentes ya habían mutado a la vergüenza y al miedo. Ya no eran esas cuatro jóvenes rebeldes orgullosas de una nueva “macana” que se mandaron. Eran cuatro chicas… demasiado chicas para estar en una situación como esa. Niñas que no recurrieron al robo por necesidad, sino para tratar de cubrir algún faltante en sus vidas cotidianas. Uno de esos vacíos que no se pueden cubrir con ninguna suma de dinero.
“Es una vergüenza lo que hicieron. En estos locales trabajan chicos que se vinieron a ganar el mango en la temporada y a los que no les sobra nada. Muchos de ellos son laburantes de acá, de Pinamar, y otros son jóvenes que se vinieron para tratar de pasar el día a día. En la mayoría de las tiendas, la ropa que no aparezca tendrá que ser pagada del bolsillo de los propios empleados”, comentó indignada Eliana Rodríguez, la encargada del outlet de la tienda de mallas Luz de Mar y convertida en una de las voceras de los damnificados por el hecho.
Rodríguez no estaba en su tienda cuando dos de las chicas se llevaron dos corpiños de malla. Las empleadas presentes se anoticiaron del hurto recién cuando las adolescentes abandonaron la tienda y vieron dos perchas tiradas en el suelo, junto a la puerta de entrada.
“La mayoría de las cosas que se llevaron eran de marcas importantes, viste. Estas chicas sabían lo que buscaban. Después, nos enteramos que tenían un alto poder adquisitivo y, viendo lo que se llevaron, no me extraña”, aseguró. Y añadió: “Además, parece que son medio famositas en Internet e incluso algunas tienen club de fans. Son re conocidas en la Capital”.
Las cuatro detenidas desfilaron en fila, con las manos atadas con precinto en sus espaldas. Fueron llevadas en patrulleros a la comisaría 1era. Allí, esperaron en un calabozo la llegada de un fiscal de menores; mientras tanto, en el hall de entrada, los comerciantes damnificados llegaban para hacer la denuncia y tratar de recuperar las pertenencias de sus locales.
“Recién en la comisaría nos pudimos encontrar con el padre de una de ellas. Estaba muerto de vergüenza el pobre. No sabía cómo pedirnos perdón. Incluso, cuando las chicas estaban robando, él estaba comiendo unos waffles, a unos 20 metros de donde sucedió todo. Pobre hombre…”, le comentó Rodríguez.
De acuerdo al relato de la comerciante, el padre comentó que una de las adolescentes es hija del dueño de una importante cadena de comida japonesa en Buenos Aires y ese hombre le paga a su hija unos cinco viajes a Disney al año.
Los dueños de los comercios empezaron a recuperar de a poco sus prendas. Entre todos compartieron los robos sufridos y llegaron a una conclusión aproximada de que las chicas se habían llevado un total de más de 50.000 pesos.
“Había mallas, ropa, perfumes, vestidos de verano, anteojos negros, muchas cajas de cigarrillos que se robaron de un kiosco, cuatro fundas de teléfonos iPhone. Había de todo”, explicó Rodríguez.
También estuvieron presentes en la comisaría los dueños de la tienda de ropa especializada en batik, que se llamaba “Sátira Otra Vez”. Desde ese local incluso se aportó el material de video de sus cámaras privadas, con el que se permitió identificar a la quinta integrante del grupo, que nunca fue detenida y no se presentó en la comisaría.
“Pensamos que esa chica que no se presentó todavía tiene cosas de acá. A la óptica le faltan dos gafas de 2.000 pesos cada una y faltan también algunas prendas de ropa. Esperamos que aparezca pronto”, añadió la titular del outlet de Luz de Mar.
Con el correr de las horas, la causa fue caratulada como “hurto” y las cuatro jóvenes, al ser menores de edad, recuperaron la libertad.
“Trabajaron sin ningún tipo de miedo. A todos nosotros nos robaron en la cara y eso ni las puso nerviosas. No fue una cosa de chicos, que lo hacen en un lugar y salen corriendo, viste. Las señoritas lo hicieron en toda la galería”, se lamentó Rodríguez.
“Y lo peor es que esto para ellas pasó de largo como si nada. Al día siguiente seguían con las historias y las fotos en las redes. Nosotros estamos re calientes, nos da bronca que pase esto acá y que parezca un chistecito”, completó.
En aquel 2009, una vez que salió a la luz el caso de los “Bling Ring” de Beverly Hills, se disparó la fama inmediata de sus integrantes. Neiers cobró cientos de miles de dólares por brindar entrevistas exclusivas y el caso del grupo de jóvenes delincuentes fue llevado al cine en una película dirigida por Sofía Coppola y protagonizada por Emma Watson.
Aún no se sabe qué deparará el destino a las cuatro jóvenes mecheras de Pinamar. Se espera que al menos puedan encontrar lo que todavía les falta en sus vidas. El dinero no siempre lo arregla todo.

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