El tabaco mata cada año a casi 6 millones de personas, de las cuales más de 600.000 son no fumadores que mueren por haber respirado humo pasivamente.
El fumador pasivo es aquel que respira el humo de segunda mano emitido por la persona que fuma. Muchos niños están expuestos al humo incluso antes de nacer y sufren las consecuencias: bajo peso al nacer .aumento de la tasa de muerte súbita, enfermedades respiratorias, asma etc.
La nicotina es la sustancia activa que posee el cigarrillo y la más conocida, pero éste además posee sustancias cancerígenas como alquitranes, cloruro de vinílo, benzopireno, benceno, uretano y arsénico. Los hijos de madres fumadoras están respirando cancerígenos desde edades tempranas.
El humo visible representa solo el 5 _8 % de lo que se produce al fumar un cigarrillo. El resto está compuesto de gases invisibles, entre los que se incluye el gas cianhídrico, un gas que reduce la capacidad del organismo para transportar el oxígeno.
Es nuestra preocupación como pediatras saber si alguno de los progenitores fuma o el cuidador del niño. Los padres deben conocer también que el dejar de fumar disminuye el riesgo de que el hijo sea en el futuro un fumador.
Los padres deben tener una intervención activa si saben que su hijo adolescente fuma: intervención familiar, intervención médica. Cuanto más tempranamente en la vida se comienza a fumar más difícil es abandonar la adicción.
Se deben aclarar algunos mitos: “Fumar con las ventanas abiertas dentro de la casa” o “ventilar el ambiente donde se fumó” no eliminan el humo del tabaco. Se debe fumar fuera del domicilio (al aire libre) y preferentemente lejos de las aberturas, para evitar que el humo entre por puertas y ventanas y contamine espacios interiores.
La lucha contra el tabaco es una prioridad para el pediatra y debe serlo también para el grupo familiar generando de esta manera un espacio libre de humo. Protegemos de esta forma la salud y salvamos vidas.

Fuente: Sociedad Argentina de Pediatría

Dra. Bety Sabbatini
MPJ 13529