26/04/2015 - PILAR TOLOSA Y JULIÁN RAZQUIN
Cíclope: el arte de los que se fusionan y tienen una sola mirada

Pilar Tolosa y Julián Razquin emprendieron hace dos años el sueño de recorrer Latinoamérica hasta México con la ilusión de poder ir pintando en el camino. El día de hoy, luego de dos años de viaje, nos cuentan su historia.


Cíclope, es decir Pilar y Julián, nos contaron la experiencia que vivieron durante dos años y sus proyectos para el futuro en la Argentina. El inicio El 3 de mayo del 2013, la madariaguense Pilar y Julián –oriundo de Chascomús- partieron de viaje con la intención de llegar a México. Muchas eran las dudas al respecto, ya que lo más tangible que tenían era un pasaje en tren hasta Tucumán, algunos billetes juntados en la temporada de verano, y dos pinceles y un par de acrílicos en la mochila, con la esperanza de ser usados en cada lugar donde fuera posible.  Sin muchos planes sobre cómo sería esta nueva etapa que emprendían y sin imaginar las dimensiones que podía llegar a tomar, ya que Pilar se recibió de arquitecta en el medio de los preparativos para el viaje, todo fue sorpresa y aventura. Decidieron ponerle un nombre a su proyecto, y les gustó Cíclope, si bien en un primer momento no tenían un motivo claro para llamarlo así. Investigando, supieron que en la mitología griega, los primeros cíclopes habían sido artistas y artesanos; pero finalmente un amigo suyo les dijo que para él eran aquellos que siendo dos, ven por un solo ojo, tienen una sola mirada, que se fusionan y hacen una sola cosa. Y eso era exactamente lo que ellos sentían y querían transmitir. ¡Y quién podría negar hoy en día que ese nombre sea el que mejor los representa! El viaje Descubrieron rápidamente, en el Norte de nuestro país, que el intercambio era una de las mejores maneras de sobrellevar el viaje. De este modo, pintaban algunas mesas o vidrios por hospedaje, y en otros casos por cenas en algún restaurant.  “En los dos años de viaje, son contadas las veces que pagamos por alojamiento, siempre intercambiamos”, explican. Ya en Perú pintaron su primer mural en un hostel —actividad frecuente entre los artistas que por allí pasaban—, y allí mismo tuvieron la oportunidad de crear sin restricciones y lograr que la gente que visitaba el lugar los invitara a pintar en otros, como en una casa cerca de Lima, el cual fue su primer trabajo pago. A partir de ese momento, asumieron que ellos eran eso, que querían ser Cíclope y así dejar su huella por los lugares por los que anduvieran. Esto les permitió conocer cada sitio a partir de conocer a la gente; no hicieron un viaje de turismo habitual, sino que tuvieron la posibilidad y el entusiasmo de ir por cada barrio marcando un camino muy enriquecedor, ya que brindaron la misma predisposición para cada trabajo que emprendían. Claro que hubo altibajos, en los cuales tuvieron que buscar otras maneras para poder seguir con su sueño, entre ellos vender trufas, pintar hebillas o caras en boliches. Cuentan que cuando esto sucedía, es decir cuando no tenían ningún lugar donde pintar, se acercaban a algún barrio y pedían permiso para pintar algo "de onda", y de esa manera atraer a la gente, ya que quedarse esperando no daba resultados.  Artistas viajeros, tuvieron experiencias que fueron únicas, porque nunca bajaron los brazos y siempre estuvieron abiertos a las nuevas experiencias, sin miedo a nada y confiando en que las "energías se transmiten", les tocó vivir lo mejor que ellos esperaban, porque así lo quisieron. Muestra palpable de esto es, como ellos mismos cuentan, haberles dado un taller a unos niños de un jardín y pintar un mural con ellos, o participar de un festival de grafittis en Playas del Carmen con artistas reconocidos, que les aclamen su obra y que los inviten a Cosumel a hacer un tour gratis.  Y así fueron por el Norte Argentino a Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua; Guatemala y, finalmente, a ¡México...! En México estuvieron seis meses, y no solo sintieron por primera vez que realmente estaban lejos, sino que también tenían la satisfacción de sentirse plenos, de saber que habían logrado un enorme objetivo que en un primer momento parecía tan difuso, tan lejano y tan inasible.  La vuelta Y ahí comenzaron a planear la vuelta. Habían hecho todo el viaje de ida por tierra (excepto el cruce de Colombia a Panamá), pero como consideraban que volver directo tal vez fuera un choque muy fuerte, volaron primero a Colombia, donde ya volvían a sentirse un poco más en familia. "Hay una hermandad que se siente en Sudamérica", expresan ambos. Decidieron que querían estar nuevamente en Argentina en marzo, para comenzar el año acá. Si uno les pregunta si se van a quedar en Madariaga, ellos contestan: "Vamos a estar en Argentina", porque después de su viaje, las distancias parecen cada vez más cortas y tal vez su lugar sean todos los lugares en los que ellos puedan desarrollar su arte. Sus intenciones en esta nueva etapa que comienza es poder hacer arte en la calle, no tanto en el interior de las casas, sino que compartirlo y que todos puedan disfrutarlo. Otra de sus motivaciones en la de pintar con otros artistas, lo cual les parece una experiencia muy enriquecedora. Qué más podemos hacer nosotros, como madariaguenses, que desearles que cumplan sus objetivos como vienen haciéndolo, y sin dudas de que van a lograrlo, porque como ellos dicen: si uno transmite buena energía, recibe lo mismo del otro lado.

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