Un nuevo atentado, el octavo en el último año en Europa, sacudió el pasado jueves a todo Barcelona, España, destino habitual de varios argentinos, no sólo por turismo, sino también por motivos laborales. La consecuencia: al menos 13 muertos y un centenar de heridos.
En este contexto, lamentable por donde se lo mire, EL MENSAJERO tomó contacto con tres jóvenes de Madariaga y uno de Pinamar, quienes, en mayor o menor medida, vivieron el lamentable hecho generado por una furgoneta terrorista en una conocida rambla de la capital catalana.
“Cuando me avisaron de lo sucedido, estaba trabajando muy cerca del Arco del Triunfo. Se escuchaba a la policía y no paraban de llegar noticias horribles. La gente estaba desesperada por no entender qué pasaba y la paranoia que todo eso genera. De vuelta a casa, la ciudad era un desierto. Sólo se veían móviles y policías armados”, contó Agustina.
En tanto, Bernardo consideró: “Los que vivimos hace un tiempo acá intentamos no hacer determinadas cosas, como subirnos al metro. Somos conscientes de lo que está pasando en Europa. Me tocó volver de noche a mi casa, en el barrio El Raval, y fue tétrico. Estaba todo vallado, con las calles vacías. Fue algo muy triste”.
Por su parte, Ana describió que “nos enteramos todos juntos en casa”. Y fue más allá: “Acababa de llegar del lugar donde ocurrió el atentado. Es el camino que hacemos siempre, así que nos quedamos paralizados. En la calle había corridas, se escuchaban sirenas de ambulancia y los locales cerraban sus puertas. Al mismo tiempo, nos llegaban noticias de amenazas de bombas en restaurantes con rehenes, y mucha desinformación que confundía a todos”.
La serie de testimonios recogidos por este diario cerró con Fermín. “Trabajo en una playa, cerca de la rambla donde sucedió el atentado, y nos avisaron antes de subir al tren cuando volvía a la ciudad. Nos dijeron que todavía había movimientos raros y que la parada de Plaza Cataluña estaba directamente bloqueada. Nos despertamos con gritos, nos asomamos y la policía se llevaba a un tipo atado en una camilla. Parecía una película. Una locura…”.
Por último, como mensaje final, los jóvenes agradecieron muchísimo a familiares y amigos, quienes todo el tiempo “se preocuparon por nosotros”. Y algo más: “Queremos que se mantengan tranquilos, porque nos estamos cuidando entre todos”.