09/02/2018 - HOMENAJE
Aquella bandita del bazar de la calle Constitución

Pinamar (por Sergio Michnowicz).- Paciente, entregaba los diarios a los clientes que sin moverse del auto esperaban que se acercara. Intercambio de saludos mediante y la charla se alargaba más de la cuenta. Y otro cliente, y otro más. Así todos los días.


Tenía un gazebo de revistas, pero aquel tablón con el muestrario de todos los diarios era más que suficiente para que el ocasional caminante se detuviera para ver los títulos. Y mientras charlaba con uno y otro, el agua caliente estaba a punto para la mateada de las 10.30.
Y la banda se acercaba. Los compinches eran varios. Un Sub-80 de notables, como Cuello, Buchelli, San Millán, Basso. Y arrimaban el bochín (él era un especialista en este deporte, vale aclararlo) Pera, Rinaldi, Turchetto, Borrelli. Todos juntos recordando esos buenos viejos tiempos en donde aquel Pinamar, el de las historias sorprendentes, notables, divertidas, misteriosas, se desgranaban entre pava y pava, mate y mate.
Mientras reparaba una plancha, un calentador o aquello que la gente le traía a su bazar, los cuentos fluían por los rincones. Y las anécdotas terminaban con una risa, un silencio, un suspiro.
Así todos los días.
Ese bazar, de simple nombre “Chiquito”, estaba ubicado sobre la Avenida Constitución. Era una casa sencilla, que hoy perdura y le hace frente al “progreso” del siglo 21. Uno entraba ahí y era como ingresar en el túnel del tiempo. Encontraba vasos, platos, ollas y tantas otras cosas de tiempos pasados, pero en estado impecable.
También era el lugar obligado para echar una carta al correo, porque fue estafeta hasta que los años ‘90 lo dejaron sin estampillas. Si hasta el buzón se llevaron...
La amistad que supo ganarse a lo largo de los años siguió tan firme y noble. Y cada reunión social era motivo para darle un reconocimiento por ser, simplemente, un pionero de Pinamar.
Su padre fue el primer jefe de estación de trenes de Pinamar, allá lejos, a fines de los ‘40. Y él siguió el legado familiar, ese de perpetuar la historia local para las generaciones futuras.
Tipo solidario si los hubo. Siempre de mozo en cuanta fiesta popular requería de su habilidosa mano para manejar la bandeja. Y cuando hubo que juntar cosas para las escuelitas rurales, otra de sus debilidades, también dijo presente.
Cada vez que nos veíamos, me saludaba “¿cómo le va, este chico?”, y la sonrisa enseguida aparecía. Pícaro para contar historias de aquel Pinamar lleno de médanos y poco verde.
En septiembre del año pasado le dieron un reconocimiento durante una peña organizada por el Centro Tradicionalista, por ser una persona valiosa para la comunidad. Nada menos...
Trabajó toda su vida, hasta que un día se entregó, como me contó su hijo hace unos días. Decidió no pelear más y se fue, en silencio, dejando un gran vacío entre aquellos integrantes de la bandita de la calle Constitución. Y en la comunidad toda de Pinamar.
A poco de cumplir 75 años su ciudad, nos dejó ISMAEL OMAR BARABINO. Para los amigos, para quienes lo conocimos y respetamos, simplemente “Chiquito”.
Estoy seguro de que debe estar ya preparando la mateada para la ronda matinal entre las nubes, junto a aquellos viejos amigos que, como él, tienen muchas cosas que contar...

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